23/9/09

La botella y el botellón (y 3)

Parejas famosas (1)

Se da la aparente paradoja de que las zonas del botellón se limpian, y no, en cambio, las de las terrazas de veladores. ¿Por qué ocurre esto? La explicación que me cabe es que siendo ilegal el botellón, y, por tanto, ilegales los perjuicios derivados de su práctica, mal podría establecerse una obligación de los botelloneros de limpiar lo que ensucian sin derecho —salvo por sanción—, siendo el Ayuntamiento el que asume la limpieza.
       En cambio, la limpieza de las terrazas es obligación de los bares —así lo establece la ordenanza municipal— de los bares que originan la suciedad —que es mucha, por cierto— en el ejercicio legal de su negocio en la vía pública. Pero el problema es que, con el consentimiento del Ayuntamiento, los bares no limpian, con lo que la mugre se acumula día a día y temporada tras temporada, como es fácil comprobar para cualquiera que eche un vistazo al entorno de, prácticamente, cualquier bar.
       He aquí otro aspecto de las relaciones de esta pareja.

                  
Otras Parejas famosas
(1-1), (1-2), (2), (3), (4), (5)

14/9/09

La botella y el botellón (2)

Parejas famosas (1)

Las terrazas de veladores, de cuya legalidad no se puede dudar (está regulada la actividad por una ordenanza municipal que establece los requisitos para ejercerla, concede una licencia y cobra unas tasas), tienen, sin embargo, un cierto déficit de legitimidad. Esta escasa, o al menos dudosa, legitimidad se manifiesta:

1. No me parece legítimo (es decir, que me parece que no tendría que ser legal) un horario de cierre (viernes y sábados) de la 1,30 horas, obligando con ese horario a los vecinos que quieran descansar antes.
2. El número de mesas que autoriza el Ayuntamiento está, prácticamente, en razón directa con el ancho de la acera, como si la capacidad de aguante de quienes sufren las terrazas tuviera también que ser proporcional al ancho de la acera. Y
3. Ocurre que los términos de la licencia no se cumplen: no se cumplen horarios; ni límite máximo de mesas autorizadas en la licencia, que, además, no se exhibe, como está mandado, en la inmensa mayoría de los casos; muchísimo menos se respetan los límites de ubicación de las mesas, agrupándolas, o segregando sillas del conjunto de mesa más cuatro sillas, según le da la gana al establecimiento; no cumplen con la obligación de limpiar la zona de terraza, convirtiendo ésta en una cochambre.

             La legitimidad que les falta a las terrazas la obtienen de la práctica del botellón (si es que les hiciera falta, porque ahí está el Ayuntamiento para consentir —y por tanto, legitimar— las infracciones antedichas —y alguna más): es como si el dichoso botellón, con su ilegalidad, suciedad y ruido les proporcionara el modelo —o, mejor dicho, anti-modelo— de lo que no son. ("Yo no soy como ese publicano...").
            Por otra parte, y complementariamente, los botelloneros obtienen también una justificación —por si no tuvieran suficiente con el sagrado derecho a divertirse— en el (anti) modelo de los adultos, esos seres adocenados que pagan un pastón por tomarse una cerveza. "No, nosotros nos divertimos de verdad, aunque convirtamos la zona en un muladar y en una algarabía insoportable", deben de pensar.
              Así funciona una famosa pareja de los tiempos: botella / botellón.

                  
Otras Parejas famosas
(1-1), (1-3), (2), (3), (4), (5)

10/9/09

De los libros

[II]

«'Fornicar' viene de 'fornice' (cimbra, curvatura interior de un arco), porque bajo las bóvedas era donde se encontraban en Roma las prostitutas. Sólo el que fornica al aire libre, bajo la bóveda del cielo, es un verdadero fornicador». (Ceronetti).
¿Podría, según esto, tomarse 'cimbrar' (o 'cimbrear'), en una nueva acepción, como sinónimo de 'fornicar'? La nueva acepción enlazaría, además, con la actual de 'hacer vibrar una vara' y aludiría al cimbrarse de los cuerpos en el fornicio. (García).

8/9/09

La botella y el botellón (1)

Parejas famosas (1)

CÍRCULO. El público de la botella y el del botellón no sólo no se oponen, sino que son complementarios. Los botelloneros —rebeldes cuya rebelión consiste en seguir la pauta de los mayores— son la cantera de la que mañana se proveerán las ruidosas y sucias terrazas de veladores, y éstas, a su vez, son la pauta para aquellos, quienes, mañana, serán clientes, etc.
GLOSA. Vamos a ver dónde está el Ayuntamiento capaz de terminar con el botellón, cuando enfrente o al lado de éste, hay docenas de terrazas ocupadas por papaes, mamaes y fráteres acomodados —a. en un amplio sentido— de los botelloneros, que sirven de modelo a los susodichos rebeldes y que, sobre todo, proporcionan al Ayuntamiento de turno y a los dueños de los bares suculentos ingresos. Porque, no nos engañemos, el lobby hostelero no va a hacer presión para que el botellón acabe: saben que es su futuro.

                  
Otras Parejas famosas
(1-2), (1-3), (2), (3), (4), (5)

7/9/09

Animaladas

Ayer anochecido salía yo al balcón para tratar de respirar algo de fresquito, tras algunas horas cascando el sol en las ventanas, cuando al pasar por el salón oí en la televisión que "uá está embarazada". Por unos segundos me quedé desconcertado, y el desconcierto fue debido —después me dí cuenta— a que en esta época en que tanto se cultiva el nombre propio de personas (recuerdo que hace años, por si no fuera suficiente con las toneladas de ellos que se usan a diario en la prensa —¡y ahora, ¿cómo no?, en los blogs!—, un periódico inventó la memorable idiotez de ponerlos en negrita), sin que pueda uno librarse de informaciones que maldito lo que le interesan, no hubiera oído ni siquiera hablar de la tal Uhá, como luego me enteré que se escribía.
             Así es que ¿quién podría ser Uhá? ¿Una actriz? ¿Una modelo de Halta Costura? ¿Alguna putita televisiva? ¿Algún figurón del papel couché? ¿Una princesa? En fin...
              Me quedé desde fuera con el oído atento y así me enteré de que la tal Uhá era... ¡una osa! —del zoo de Madrid, para más señas—. Sin embargo habían dicho —seguro—: "embarazada"; no, al no tratarse de una mujer, "preñada", que era lo que correspondía. Por esta misma regla de tres, cuando la osa para, dirán que ha dado a luz. Y si no, al tiempo: permanezcan atentos a sus pantallas.
          Esta muestra de ignorancia supina no tendría mayor importancia, y tal vez no lo habría comentado, si no fuera porque obedece, o así me lo parece y así me lo trajo a la memoria, al mismo género de estupidez que pretende conceder derechos a los animales o habla de los derechos de los animales.

5/9/09

¡Bicicletas por las aceras, no!

He visto un plano (no oficial) del carril bici de Alcorcón, y lo primero que he pensado es que no estaba completo; faltan las aceras, al menos las de mi calle, en donde en unos meses han estado a punto de atropellarme dos veces: una al salir del portal y la otra al dar la vuelta a una esquina. Es lo que podríamos llamar el carril bici fantasma, y sin embargo tan real. Y no se le ocurra a usted decir nada al ciclista —nunca lo he hecho, pero lo he presenciado— porque encima el rapapolvo se lo lleva usted: "¿Qué quiere, que me atropelle un coche?", será, probablemente, lo más suave que le digan.
             Anoche, sin ir más lejos, cuando iba a cruzar la acera al ir a tirar la basura, tuve que pararme para que pasara un ciclista al que vi venir (casi seguro que él no me había visto porque, para más inri, venía... ¡serpenteando entre dos filas de veladores de terrazas!, que estaban a tope, con niños correteando alrededor de las mesas). Y el piloto no era, precisamente, un adolescente de los que aún tienen restos del cascarón en el culo, sino un hombre hecho y derecho.
             Son como okupas de las aceras: como no pueden circular por la calzada y el derecho a hacerlo en bici, por lo visto, es irrestricto, pues "por la acera, que es de todos y, por lo tanto, mía", deben de pensar.

3/9/09

Dos años de islas ecológicas

Hace algo más de dos años que están funcionando en Alcorcón las 'islas ecológicas'.
            Que yo sepa hasta ahora no se ha difundido ninguna especie de resumen o balance sobre el resultado de las islas ecológicas (en adelante i. e.), nombrecito que me repatea.
            Las ventajas que ofrecían, según el Ayuntamiento, eran, si no entendí mal cuando estaban vendiéndonos el producto a los alcorconeros, básicamente la de la estética, pero, sobre todo, la higiene y el aumento de los residuos reciclados. Había otros beneficios menos importantes pero que también son dignos de tener en cuenta, como por ejemplo, el que se pueda depositar la basura a cualquier hora, sin necesidad de tener que esperar a la noche para deshacerse de ella.
           En estética no creo que se haya ganado mucho, no ya sólo porque el diseño no sea merecedor de ningún premio, sino porque ha dotado a los bárbaros del espray y del grafiti de miles de metros cuadrados para llevar a cabo sus artísticas deposiciones. Y así están muchos de los contenedores que han sido objeto de la atención de dichos imbéciles.
             En cuanto al aumento del reciclaje, sin estar yo en posesión de cifra ninguna, acepto que puede ser cierto, y, por tanto, esto por sí mismo sería una gran ventaja.
           En lo que ya, me temo, no iba a estar de acuerdo con el Ayuntamiento, es en lo referente a la higiene. No hace falta ser muy exigente en cuestiones de limpieza para percatarse de la suciedad que las i. e. acumulan día tras día, no sólo en lo que se puede ver en el exterior, en sus alrededores (hay archipiélagos que son auténticos muladares), sino en lo que, forzosamente, tiene que haber en el interior de los propios contenedores y en los fosos, porque, por mucho que quieran limpiar, que tampoco creo que sea muy a menudo (si esa especie de lavado de cara que hacen —¿una vez al mes?— con agua a presión apenas consigue quitar el polvo y poco más, ¡cómo estarán los depósitos por dentro!), la cantidad de mugre que se va quedando pegada termina por hacerse perenne. Por tanto ni este gobierno municipal ni ninguno me va a convencer de que los contenedores se pueden limpiar.
          ¿En qué se traduce esta suciedad? En primer lugar en fealdad, con lo que volveríamos a la supuesta primera ventaja, anulándola, de las i. e. que era la de la estética. En segundo lugar, en malos olores en verano, incluso en otras épocas: hay zonas por donde es un hedor el que se percibe. Hasta mis ventanas —en un piso que se podría considerar alto, en un bloque separado de una batería de contenedores por una acera ancha y por la calzada— llega a veces la tufarada. Y en tercero, en lo que aunque no se vea ni se huela tiene que suponer la acumulación continua de suciedad.
           Por cierto que resulta irónico que antes de las i. e. el Ayuntamiento difundía en primavera un bando —que me parecía muy bien— recordando a la población las normas y horarios para sacar los contenedores de la comunidad de vecinos y para depositar las bolsas, a fin de evitar el problema de los malos olores. Sin embargo, es ahora el Ayuntamiento, con las islas, el causante del problema. ¿No tendríamos los vecinos que sacarle un bando al Ayuntamiento al llegar cada primavera?
             Se me olvidaba reseñar otro problema que han traído las i. e.: al hacerse la recogida durante el día, a pleno día, los cipostios de tráfico que se organizan a veces son monumentales, con el típico conductor borrego que aunque vea la causa del atasco tiene que tocar el pito a troche y moche.
            Este es mi balance particular tras más de dos años de isletas.

1/9/09

¿Por qué hay un horario de cierre de las terrazas?

La pregunta puede parecer absurda por la obviedad de la respuesta, pero... veamos. ¿Por qué ese límite? ¿Por qué no pueden estar funcionando toda la noche las terrazas?
             No me parece que sea para que el pavimento de la acera no sufra demasiado. Ni para dar paso a los servicios municipales de limpieza (no se olvide que la obligación de limpiar es de los establecimientos —aunque no lo hagan— y no de los ayuntamientos, que sí están obligados, en cambio, a exigir esa limpieza —aunque tampoco lo cumplan). ¿Tal vez para ahorrarle un dinerito a los ciudadanos, limitándoles el horario y, por tanto, la posibilidad de ser víctimas del consabido sablazo de las terrazas de veladores?... hummm... no creo que los ayuntamientos se metan a velar de esa manera por nuestros intereses.
            Si no es por ninguna de estas razones absurdas u otras por el estilo, lo único que se me ocurre es que lo que debe de pensar el Ayuntamiento es que al producirse en estas instalaciones un ruido que impide dormir a los vecinos que quieran hacerlo, lo que hay que hacer es permitir el ruido hasta determinada hora, es decir: "usted, ciudadano que quiere dormir, podrá hacerlo a partir de tal hora". (¿Se ha percatado usted, por cierto, de tanto como nos ciudadanean?).
            Esta hora, en Alcorcón, como probablemente se sepa, es la de las cero horas (las "veinticuatro" dice la norma) de domingo a jueves, y la una y treinta, los viernes, sábados y vísperas de festivos. Es decir que, según el Ayuntamiento, los viernes, sábados y vísperas de festivos, usted, vecino sufridor de las terrazas, no tiene derecho a dormir hasta la una y media de la madrugada. Lo cual me parece un abuso, una norma que debería ser cambiada, en razón del derecho legítimo a dormir a partir de... no voy a señalar una hora, pero sí diré que el horario establecido de domingo a jueves me parece mucho más razonable.