25/4/17

Como niños

Oído esta mañana por casualidad al pasar por la calle. Dos mujeres sentadas en un banco, cada una con un perro. Una le decía a la otra: «El perro por el día puede ladrar. Es como un niño que llora o como alguien que tiene la música a tope.» Ya no he oído más, no sólo porque me alejaba sino porque en ese momento ha pasado un energúmeno en coche con la música a toda pastilla. Bueno, pues ya sabe usted: si un vecino suyo tiene un perro que ladra por encima o por debajo de su casa o al lado o enfrente y es de día, tiene usted obligación de aguantarlo a no ser que el buenvecino le ponga remedio —¡como favor, claro!— al problema. Lo mismo si otro pone la música a tope. Porque, claro, es lo mismo, lo mismito, que si un niño llora.

P. S. Yo tengo un vecino por encima de mí con un perro que ladra cuando lo dejan solo —el perro creo que es el que ladra, no el vecino—. En otra ocasión contaré el interesantísimo diálogo que tuve una vez —con el buenvecino, no con el perro— hace años sobre el asunto, verán qué prodigio de razonamiento por parte del susodicho.