No es que el cerro Calderico de Consuegra haya erupcionado. Se trata de los fuegos artificiales de la inauguración de la feria del pueblo, el 21 de septiembre. La foto es de una mi prima. El ripio es mío.
24/9/21
15/9/21
Pregunta
Pregunté a Dios:
—¿Quién eres tú?
—Yo soy el que soy.
Pregunté al hombre:
—¿Quién eres tú?
—Yo y mi circunstancia.
Pregunté a la vaca:
—¿Quién eres tú?
No dijo ni mu.
Y es que ya lo dice el poeta:
«En preguntar lo que sabes
el tiempo no has de perder…
Y a preguntas sin respuesta
¿quién te podrá responder?»
—¿Quién eres tú?
—Yo soy el que soy.
Pregunté al hombre:
—¿Quién eres tú?
—Yo y mi circunstancia.
Pregunté a la vaca:
—¿Quién eres tú?
No dijo ni mu.
Y es que ya lo dice el poeta:
«En preguntar lo que sabes
el tiempo no has de perder…
Y a preguntas sin respuesta
¿quién te podrá responder?»
Etiquetas:
Versos propios
11/9/21
Las torres
Con los catorce versos que copio empieza el extenso poema —unos 500 versos— de Agustín García Calvo (1926-2012) titulado Cantar de las dos torres, publicado en 2008, dedicado a lo que es fácil de imaginar, sobre todo hoy.
«Canta, diosa, la Fe de los hombres hijos de muerte,
Fe que alzaba a los cielos altivas torres a veces
y a veces las arrumbaba por tierra, y di de qué suerte,
siendo una y misma la Fe, guerreaban como si fuesen
una con otra. Y ¿cuál era, di, aunque sea el de siempre,
el tiempo del choque tremendo? Que avino al cabo de veinte
siglos de andar por acá rodando el Verbo y de trece
que huyó de la ley el Profeta. A fin de ser diferentes,
partido tenían el mundo en harturas y en escaseces,
dos modos que tiene la misma miseria de aparecerse:
los unos creían en un porvenir de huríes celestes
y en tanto cubrían de velo la cara de sus mujeres;
los otros ponían "Fiamos en Dios" por marca y membrete
justo en la cara del Dios uno y mil de su cuño y troqueles.
[…]»
Fe que alzaba a los cielos altivas torres a veces
y a veces las arrumbaba por tierra, y di de qué suerte,
siendo una y misma la Fe, guerreaban como si fuesen
una con otra. Y ¿cuál era, di, aunque sea el de siempre,
el tiempo del choque tremendo? Que avino al cabo de veinte
siglos de andar por acá rodando el Verbo y de trece
que huyó de la ley el Profeta. A fin de ser diferentes,
partido tenían el mundo en harturas y en escaseces,
dos modos que tiene la misma miseria de aparecerse:
los unos creían en un porvenir de huríes celestes
y en tanto cubrían de velo la cara de sus mujeres;
los otros ponían "Fiamos en Dios" por marca y membrete
justo en la cara del Dios uno y mil de su cuño y troqueles.
[…]»
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