21/1/12

Anecdotario ciclista (2)

Voy esta mañana por la acera y cuatro ciclistas domingueros en dos filas me vienen de frente. Al verme, supongo, se colocan en una sola fila. Van a velocidad muy lenta, mínima (pero «'mínimo' es lo que no puede ser menos, pero todavía es algo»), me imagino que la más lenta a la que una bici puede ir sin caerse, no sé si porque van haciendo tiempo o porque saben —¡majos, ellos!—, en el fondo, que lo que hacen es ilegal aunque consentido —¡faltaría más! ¡con el buen rollito de los ayuntamientos!—.
       El caso es que, como digo, van muy despacio. Los tres primeros me rebasan sin incidentes, pero el último, al cruzarse conmigo cuando coincide el alcorque de un árbol a mi derecha, me golpea con el manillar en el codo izquierdo. Y es que, para mantener el equilibrio a esa velocidad, hay que, si no me equivoco, mover el manillar, a pequeños golpes, a izquierda y derecha, y en uno de esos es cuando me ha golpeado. Porque, claro, es que ellos... controlan. "¡Uy, perdón!", me ha dicho, a lo que, volviendo yo la cabeza: "¡fuera de la acera!". Y es que no se puede permitir, se pinte como se pinte, el que las bicicletas circulen por las aceras.

P. S. Supongo que no faltará el imbécil de turno, tal vez el propio 'piloto', que me considere un intolerante. Pues que le den.

1 comentario:

  1. Creo que reaccionaste demasiado tarde,que eres "demasiado tolerante" con eso energúmenos. Yo, en situaciones incluso más suaves, me detengo frente a ellos y les indico que la acera es para los peatones y que son unos GAMBERROS por circular en un vehículo, aunque sea de tracción ANIMAL, por la misma. En prevención de que alguno de esos animales reaccionen violentamente, mis "acciones intoleranttes" se limitan a zonas suficientemente concurridas como par disuadirlos de atacarme, por que eso de la bici fomenta el "buen roolito" no es más que una leyenda urbana.

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