1. Don David Pérez, alcalde de Alcorcón a la vez que diputado regional, tiene la desfachatez en un artículo (¿?) de su blog de hoy jueves 18 (el título del presunto artículo ya de por sí se las trae: Intolerancia y violencia laicista. Léalo si se atreve. Pero, fíjese no más: un católico hablando de intolerancia) de seleccionar una serie de comentarios de alguna red social que le sirven ad hoc para descalificar... ¿a los laicos? ¿a quienes puedan representar una amenaza para su credo popular-neoliberal-católico? Ante un comentario crítico mío le ha salido una asistenta-monaguilla, quien debe de pretender que lo que dice va Amisa (sic). Me dice cosas como que no dé yo lecciones (estrepetida la tal, seguramente, porque le hice ver, de pasada, que no se escribe 'haber' cuando se trata del verbo 'ver' —ej.: a ver si nos aclaramos, preposición y verbo, y no: *haber si nos aclaramos—. Pero es que lecciones, sobre todo morales, quienes sí parecen darlas son la tal Amisa, el alcalde de Alcorcón y diputado... y el Papa, con poca fortuna en los tres casos, creo yo.
2. No es una reflexión mía, pero es que la he leído picoteando en blogs, sin poder recordar donde, y me ha encantado, y por eso la copio: «La Iglesia es un imperio de baja intensidad». Excelente definición.
3. ¿No os da repelús el circo güelfo de estos días? Circo que revela el grado de debilidad a que ha llegado la Iglesia —que ve cómo disminuye su grey día tras día—, necesitada como nunca de semejantes ejercicios de propaganda.
P. S. Transcribo íntegro el comentario citado y una postdata al mismo que le envié a don David a su blog.
«La táctica de esta entrada, don David Pérez, de seleccionar comentarios ad hoc 'para la causa' popular-neoliberal (tergiversar, manipular, cortar por lo sano donde interese, callar lo que perjudique, decir medias verdades, todo esto "sin complejos" —¿sin escrúpulos?—, como dijo en una memorable ocasión el presidente de honor de su partido) no es nueva en usted ni mucho menos: basta con darse una vuelta por sus escritos para, sin necesidad de mirar con lupa, percatarse de que es lo habitual en usted. Esta forma de actuar, estas triquiñuelas de (mal, o buen, según se mire) comunicador, aun siendo grave, pero podría llegar incluso a resultar cómica y hasta hilarante —yo me he reído a veces con sus cosas, fíjese— en cualquier persona del común, en usted, con cargos institucionales tan relevantes como diputado en la asamblea regional y alcalde de una ciudad, no precisamente pequeña, como Alcorcón, esa forma de actuar, digo, es vergonzosa. ¿Nos toma por idiotas o como es la cosa? ¿Le parece a usted decente dar por buena cualquier práctica que aproveche al convento?».
Y la postdata:
«No tengo por qué dar (le) explicaciones y, por tanto, no tengo por qué decir que me parecen, también, indecentes, los comentarios seleccionados o, en todo caso, yo no los suscribo. Pero lo digo porque tampoco quiero que en una de sus habituales comunicaciones, señor comunicador-alcalde, usted haga uno de sus comentarios habituales basándose, supuestamente, en que comulgo con dichos comentarios. Adiós.»
2. No es una reflexión mía, pero es que la he leído picoteando en blogs, sin poder recordar donde, y me ha encantado, y por eso la copio: «La Iglesia es un imperio de baja intensidad». Excelente definición.
3. ¿No os da repelús el circo güelfo de estos días? Circo que revela el grado de debilidad a que ha llegado la Iglesia —que ve cómo disminuye su grey día tras día—, necesitada como nunca de semejantes ejercicios de propaganda.
P. S. Transcribo íntegro el comentario citado y una postdata al mismo que le envié a don David a su blog.
«La táctica de esta entrada, don David Pérez, de seleccionar comentarios ad hoc 'para la causa' popular-neoliberal (tergiversar, manipular, cortar por lo sano donde interese, callar lo que perjudique, decir medias verdades, todo esto "sin complejos" —¿sin escrúpulos?—, como dijo en una memorable ocasión el presidente de honor de su partido) no es nueva en usted ni mucho menos: basta con darse una vuelta por sus escritos para, sin necesidad de mirar con lupa, percatarse de que es lo habitual en usted. Esta forma de actuar, estas triquiñuelas de (mal, o buen, según se mire) comunicador, aun siendo grave, pero podría llegar incluso a resultar cómica y hasta hilarante —yo me he reído a veces con sus cosas, fíjese— en cualquier persona del común, en usted, con cargos institucionales tan relevantes como diputado en la asamblea regional y alcalde de una ciudad, no precisamente pequeña, como Alcorcón, esa forma de actuar, digo, es vergonzosa. ¿Nos toma por idiotas o como es la cosa? ¿Le parece a usted decente dar por buena cualquier práctica que aproveche al convento?».
Y la postdata:
«No tengo por qué dar (le) explicaciones y, por tanto, no tengo por qué decir que me parecen, también, indecentes, los comentarios seleccionados o, en todo caso, yo no los suscribo. Pero lo digo porque tampoco quiero que en una de sus habituales comunicaciones, señor comunicador-alcalde, usted haga uno de sus comentarios habituales basándose, supuestamente, en que comulgo con dichos comentarios. Adiós.»
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