24/12/12

Crónicas de un pueblo (18)

Volvía yo esta mañana con la compra del pan —cuatro veces más de la compra normal, "no nos vaya a faltar esta noche", me habían advertido en casa—, en una bolsa de papel, sin asas, aguantada con una mano por la base y con el otro extremo muy cerca de la cara, de forma que podía percibir el estupendo olor del pan recién hecho, tan recién hecho que estaba muy caliente. Al llegar a unas islas ecológicas —¡maldito sea su nombre!— el agradable olor se ha visto superado por el hedor que desprende este tipo de instalaciones. Y eso por la mañana y en invierno.
          Claro que, muy probablemente, el ya crónico y nauseabundo olor estaría aumentado, si eso es posible, por el hecho de que ayer, por ser domingo —como parece que ocurre los domingos y festivos—, no recogieron los contenedores de basura.
          Hacía algunos años que no escribía una crónica de este estilo, pero es que la situación no ha cambiado: da igual quien gobierne en el ayuntamiento.
                  
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