En dos entradas anteriores he dado cuenta de la falta de respuesta de la defensora del espectador de TVE ante una queja mía sobre la costumbre de la cadena de cortar una película apenas si empiezan a aparecer los títulos finales de crédito, incluso cuando estos se solapan con las últimas imágenes de la película: nada, sin piedad: cortan y en paz.
Pues bien, tras insistir, ayer recibí respuesta en imeil —al que me ha faltado tiempo para responder—, asegurándome la defensora que no le constan correos míos anteriores al último, al que ella responde, y la respuesta es admirable, motivo por el que la comento.
No voy a comentarla párrafo a párrafo, respuesta que, por otra parte, es de la defensora o de lo que a ella a su vez le han contestado —quien sea: un director, programadores, etc.—. Al final la copio íntegra para quien tenga paciencia de leerla. Comento, pues, algunos párrafos, que pongo en cursiva. (Obsérvese la jerga, que tampoco tiene desperdicio).
«Los títulos de crédito de los largometrajes son segmentos de muy larga duración (desde cinco minutos hasta incluso diez) sin contenido específico que, en el fluir de la programación [subrayado mío] de una cadena de televisión suponen una interrupción brusca de la misma [¡de la misma!, es decir, de la programación]»
Los títulos de crédito no llegan muchas veces a cinco minutos, pero es que aunque así fuera, el problema es que no aparecen, no ya durante cinco minutos sino ni tan siquiera durante cinco segundos. ¿"Sin contenido específico"? "¡Gensanta!", que diría el Forges. Imagínese usted, improbable lector de este blog, por ejemplo, en la película Hannah y sus hermanas: empiezan los títulos en blanco sobre un fondo negro y con un excelente fondo musical, mientras se nos informa de que: Mia Farrow interpreta a Hannah; Max Von Sydow a Frederick; Dianna Wiest a Holly, etc. ¿Esto no es "contenido específico"? ¿"Interrupción brusca en el fluir de la programación"? ¡Pero qué barbaridad! Nada, nada: dejémoslo, no vayamos a provocar un trombo en la programación.
«la mayoría de los espectadores de televisión [...] agradecen poder continuar viendo su programación de televisión sin tener que esperar períodos “muertos” de 10 minutos al finalizar un producto»
No se cómo habrán averiguado el gusto de la mayoría. ¿Han recibido tal vez un aluvión de reclamaciones —para que se supriman los títulos finales— de espectadores ansiosos por pasar a ver el siguiente "producto"? ¿Han hecho una encuesta? ¿O es lo que los programadores presuponen como gusto de la mayoría? Y aunque éste así fuera: ¿No sería un gusto averiado y que no habría por tanto por qué respetar? ¿Qué pasa con las minorías que aprecien la película hasta el último título y hasta la última nota musical? ¿No estaría, en todo caso, ese supuesto gusto mayoritario inducido por la propia práctica de la televisión? ¿No podrían aprovechar las mayorías esos "periodos muertos" (¡!), si tan insoportables les resultan, para hacer un pis antes de pasar a ver el siguiente "producto"? ¿Cómo es que esa mayoría, que probablemente quiera tener musiquita hasta en el confesionario —¿la hay ya?—, no aguanta unos minutos de música al final de una película? ¿No es bochornoso ya sólo el hecho de que se refieran al tiempo de los títulos finales como "periodos muertos"?
Pero, volviendo a ese supuesto libre gusto de la mayoría: ya metidos en harina podrían también suprimirse no sólo los títulos finales sino los del comienzo: ¡directamente al grano! Porque al fin y al cabo, ¿le importa a la mayoría el nombre de los actores ni, mucho menos, el del director, por ejemplo? ¿Pues entonces para qué sacarlos?: se cortan y en paz. Incluso hasta se podría cortar alguna que otra secuencia de por enmedio siempre que no dañe "la obra narrativa". (Esto de "la obra narrativa" son palabras de la defensora). Ya le he advertido a doña Elena Sánchez Caballero que lo de este último párrafo mío no se lo cuente a los programadores, no vaya a ser que se lo tomen en serio y empeoremos más aun las cosas.
Pues bien, como puede verse, lo que manda es el gusto de la mayoría, supuestamente libre y autónomo y sin determinación ni inducción ninguna. Es lo que podríamos llamar, por tanto, la dictadura del espectadorado, y perdón por el palabro, salvando, naturalmente, todas las distancias que hagan falta con relación a la histórica frase a la que alude. De esa manera, la vanguardia de tal espectadorado son... los programadores, quienes se constituyen en la guía del proletariado... digo del espectadorado, al mismo tiempo que ejecutores de sus mandatos... digo de sus gustos. Esto es la revolución... digo ¡esto es la leche!
P. S. Obsérvese la diferencia entre las cadenas comerciales de televisión y la televisión pública (¿?). Consiste en que las mismas barrabasadas con las películas, aquellas las hacen financiadas con publicidad, y la TVE las hace con los impuestos.
Pues bien, tras insistir, ayer recibí respuesta en imeil —al que me ha faltado tiempo para responder—, asegurándome la defensora que no le constan correos míos anteriores al último, al que ella responde, y la respuesta es admirable, motivo por el que la comento.
No voy a comentarla párrafo a párrafo, respuesta que, por otra parte, es de la defensora o de lo que a ella a su vez le han contestado —quien sea: un director, programadores, etc.—. Al final la copio íntegra para quien tenga paciencia de leerla. Comento, pues, algunos párrafos, que pongo en cursiva. (Obsérvese la jerga, que tampoco tiene desperdicio).
«Los títulos de crédito de los largometrajes son segmentos de muy larga duración (desde cinco minutos hasta incluso diez) sin contenido específico que, en el fluir de la programación [subrayado mío] de una cadena de televisión suponen una interrupción brusca de la misma [¡de la misma!, es decir, de la programación]»
Los títulos de crédito no llegan muchas veces a cinco minutos, pero es que aunque así fuera, el problema es que no aparecen, no ya durante cinco minutos sino ni tan siquiera durante cinco segundos. ¿"Sin contenido específico"? "¡Gensanta!", que diría el Forges. Imagínese usted, improbable lector de este blog, por ejemplo, en la película Hannah y sus hermanas: empiezan los títulos en blanco sobre un fondo negro y con un excelente fondo musical, mientras se nos informa de que: Mia Farrow interpreta a Hannah; Max Von Sydow a Frederick; Dianna Wiest a Holly, etc. ¿Esto no es "contenido específico"? ¿"Interrupción brusca en el fluir de la programación"? ¡Pero qué barbaridad! Nada, nada: dejémoslo, no vayamos a provocar un trombo en la programación.
«la mayoría de los espectadores de televisión [...] agradecen poder continuar viendo su programación de televisión sin tener que esperar períodos “muertos” de 10 minutos al finalizar un producto»
No se cómo habrán averiguado el gusto de la mayoría. ¿Han recibido tal vez un aluvión de reclamaciones —para que se supriman los títulos finales— de espectadores ansiosos por pasar a ver el siguiente "producto"? ¿Han hecho una encuesta? ¿O es lo que los programadores presuponen como gusto de la mayoría? Y aunque éste así fuera: ¿No sería un gusto averiado y que no habría por tanto por qué respetar? ¿Qué pasa con las minorías que aprecien la película hasta el último título y hasta la última nota musical? ¿No estaría, en todo caso, ese supuesto gusto mayoritario inducido por la propia práctica de la televisión? ¿No podrían aprovechar las mayorías esos "periodos muertos" (¡!), si tan insoportables les resultan, para hacer un pis antes de pasar a ver el siguiente "producto"? ¿Cómo es que esa mayoría, que probablemente quiera tener musiquita hasta en el confesionario —¿la hay ya?—, no aguanta unos minutos de música al final de una película? ¿No es bochornoso ya sólo el hecho de que se refieran al tiempo de los títulos finales como "periodos muertos"?
Pero, volviendo a ese supuesto libre gusto de la mayoría: ya metidos en harina podrían también suprimirse no sólo los títulos finales sino los del comienzo: ¡directamente al grano! Porque al fin y al cabo, ¿le importa a la mayoría el nombre de los actores ni, mucho menos, el del director, por ejemplo? ¿Pues entonces para qué sacarlos?: se cortan y en paz. Incluso hasta se podría cortar alguna que otra secuencia de por enmedio siempre que no dañe "la obra narrativa". (Esto de "la obra narrativa" son palabras de la defensora). Ya le he advertido a doña Elena Sánchez Caballero que lo de este último párrafo mío no se lo cuente a los programadores, no vaya a ser que se lo tomen en serio y empeoremos más aun las cosas.
Pues bien, como puede verse, lo que manda es el gusto de la mayoría, supuestamente libre y autónomo y sin determinación ni inducción ninguna. Es lo que podríamos llamar, por tanto, la dictadura del espectadorado, y perdón por el palabro, salvando, naturalmente, todas las distancias que hagan falta con relación a la histórica frase a la que alude. De esa manera, la vanguardia de tal espectadorado son... los programadores, quienes se constituyen en la guía del proletariado... digo del espectadorado, al mismo tiempo que ejecutores de sus mandatos... digo de sus gustos. Esto es la revolución... digo ¡esto es la leche!
P. S. Obsérvese la diferencia entre las cadenas comerciales de televisión y la televisión pública (¿?). Consiste en que las mismas barrabasadas con las películas, aquellas las hacen financiadas con publicidad, y la TVE las hace con los impuestos.
***
Transcripción del imeil de la defensora (las cursivas y comillas son suyas).
«Estimado Sr. García:
Muchas gracias por dirigirse a la defensora interesándose por la emisión de los títulos de crédito de los largometrajes. He remitido su escrito, junto a otros que he recibido en el mismo sentido, al Director de Antena para que conozca su opinión y sea, debidamente tenida en consideración. Asimismo, le he pedido que explicara el criterio por el que actualmente se omiten los títulos de crédito y esta es la respuesta que he recibido:
"Los títulos de crédito de los largometrajes son segmentos de muy larga duración (desde cinco minutos hasta incluso diez) sin contenido específico que, en el fluir de la programación de una cadena de televisión suponen una interrupción brusca de la misma". En su escrito, José Antonio Antón me dice que TVE se rige por el interés de la mayoría de los espectadores de televisión que "agradecen poder continuar viendo su programación de televisión sin tener que esperar períodos “muertos” de 10 minutos al finalizar un producto".
Estas decisiones corresponde tomarlas a los responsables de Programación y a la defensora respetarlas, pero tenga por seguro que recogeré su queja en el próximo informe trimestral para el Consejo de Administración, al tiempo que me propongo abrir una reflexión [¡!] en la Dirección de TVE sobre la pertinencia de mantener los títulos de crédito cuando su omisión pueda dañar la obra narrativa.
Le agradezco el interés que muestra en la calidad de las emisiones de TVE y aprovecho para enviarle un cordial saludo,
Elena Sánchez Caballero
P.D.- Respecto a que no haya tenido Usted respuesta, lamento decirle que no consta en nuestro archivo ningún correo suyo anterior. Quizá lo hizo desde otra dirección de correo electrónico.»
[Pues no: los envié todos desde la misma dirección y acusaron recibo de todos ellos].
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