[II]
—¿Qué pasa, Inés, que he visto cómo venías cabizbunda y meditabaja? ¿No sabes que es peligroso andar así por la acera? Te vas a enredar en la correa de algún perro o pisarás sus mierdas o sus meadas, o te dejarás atropellar por una bicicleta, o un cochecito de niño te va a chocar las espinillas, o caerás en alguna de las zanjas municipales que se extienden, para nada, por todo el país.
—Hola, Paulino. A fe que son innumerables los peligros que acechan a un peatón. Y no es que una prefiera "vivere pericolosamente", al estilo de los antiguos fascistas italianos, sino que al cabo de los años he debido de desarrollar un quinto sentido que me impide caer en las trampas tendidas por el Ayuntamiento, por amantes de los animales o por mamás con carrito como ariete.
—Y bien, ¿qué te traía tan absorta?
—Pues no era otra cosa, barbitas, que me he enterado de que providos, eclesiásticos y otros han llamado a una manifestación "contra el aborto", que le dicen, y venía pensando que los susodichos, si se manifiestan contra la reforma de la ley, deberían caer en la cuenta de que por eso mismo aceptan la ley actual.
—Pero, como de todo hay en la viña del Señor, y nunca mejor dicho, habrá algunos también que lo que querrían, porque se oponen al aborto en cualquier caso, es la derogación de la ley, y vuelta por tanto a la situación anterior...
—¿"Algunos" dices, Paulino?: probablemente la mayoría, y si no fíjate en los discursos de los muñidores de las convocatorias y en las pancartas y cartelones en defensa de la VIDA; fíjate en los ataques de los bellacos que llaman "asesinas" a las que abortan... ¡asesina lo será su puta madre!
—Sólo que tienen dos problemas, ¿no?: 1. Reclamar la derogación tras 25 años en vigor de la ley sin que se les vea la patita sectaria. Y 2. Encontrar un partido al que votar que, cuando llegara al Gobierno, estuviera dispuesto a derogarla.
—Hola, Paulino. A fe que son innumerables los peligros que acechan a un peatón. Y no es que una prefiera "vivere pericolosamente", al estilo de los antiguos fascistas italianos, sino que al cabo de los años he debido de desarrollar un quinto sentido que me impide caer en las trampas tendidas por el Ayuntamiento, por amantes de los animales o por mamás con carrito como ariete.
—Y bien, ¿qué te traía tan absorta?
—Pues no era otra cosa, barbitas, que me he enterado de que providos, eclesiásticos y otros han llamado a una manifestación "contra el aborto", que le dicen, y venía pensando que los susodichos, si se manifiestan contra la reforma de la ley, deberían caer en la cuenta de que por eso mismo aceptan la ley actual.
—Pero, como de todo hay en la viña del Señor, y nunca mejor dicho, habrá algunos también que lo que querrían, porque se oponen al aborto en cualquier caso, es la derogación de la ley, y vuelta por tanto a la situación anterior...
—¿"Algunos" dices, Paulino?: probablemente la mayoría, y si no fíjate en los discursos de los muñidores de las convocatorias y en las pancartas y cartelones en defensa de la VIDA; fíjate en los ataques de los bellacos que llaman "asesinas" a las que abortan... ¡asesina lo será su puta madre!
—Sólo que tienen dos problemas, ¿no?: 1. Reclamar la derogación tras 25 años en vigor de la ley sin que se les vea la patita sectaria. Y 2. Encontrar un partido al que votar que, cuando llegara al Gobierno, estuviera dispuesto a derogarla.
Otros diálogos
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