Y aunque su vida murió,
nos dejó harto consuelo
su memoria.
Jorge Manrique
Si en la entrada anterior copiaba dos muestras del García Calvo lírico, ahora lo hago con otras dos del que pudiéramos llamar más político. El soneto, que va en primer lugar, debió de correr —anónimo entonces— allá por muy finales de los 50 o muy principios de los 60, cuando el ministro del Comercio de la época —untuoso y meapilas, de la Obra— implantó un llamado Plan de Desarrollo —de la economía nacional, ¿de qué si no?—.
Oh Ministro del Hambre y la Bambolla,
que quieres poner música a la dieta,
ya podría estreñírsete la jeta
o caérsete ya la sacra polla.
Mientras ni pan contigo ni cebolla
se puede aquí catar, tú la puñeta
nos haces por detrás con tu trompeta
que el Plan de Desarrollo desarrolla.
Vete a Bonn de una vez con tu jeringa;
chúpales a los boches bien la minga;
exporta a todo tren cabrón hispano.
Y si aquí hay que comerse hasta el Quijote
y espicharlas por Dios, ¡hostias, hermano!,
sea sin cachondeo ni estrambote.
que quieres poner música a la dieta,
ya podría estreñírsete la jeta
o caérsete ya la sacra polla.
Mientras ni pan contigo ni cebolla
se puede aquí catar, tú la puñeta
nos haces por detrás con tu trompeta
que el Plan de Desarrollo desarrolla.
Vete a Bonn de una vez con tu jeringa;
chúpales a los boches bien la minga;
exporta a todo tren cabrón hispano.
Y si aquí hay que comerse hasta el Quijote
y espicharlas por Dios, ¡hostias, hermano!,
sea sin cachondeo ni estrambote.
La "diatriba", como la llama el propio Agustín, es, como he dicho, de hace más de 50 años, pero se me antoja que sigue vigente, ¡vaya que si sigue!
***
Y del libro Canciones y soliloquios [1982],
111
Cuando veas al hombre de banca
dinámico y grave
que en la ranura de su coche
introduce la llave,
mientras habla con un cliente
importante,
y con mano segura
agarra el volante,
verás, si te fijas, en el cristal
la cara del que sabe.
En la escuela, al salir de recreo
al patio empujándose,
si ves a uno que lo llaman
el Capacobardes
que le escupe en la oreja al tonto
de la clase
y se planta aguardando
que el otro se arranque,
helados de vidrio verás allí
los ojos del que sabe.
O si ves por la turbia ventana
de frente a su amante
a la querida que, ya seca,
se aferra al cadáver
de su amor, y a cuchillo dice
«Como escapes,
te lo juro, aquí mismo
me siego el gaznate»,
grabado verás en la blanca piel
el signo del que sabe.
En la foto del jefe de estado
que fija el instante
en que él, sentado ante un decreto
de muerte de alguien,
en penoso deber la pluma
de oro blande,
cuando firme la firma
de un trazo la trace,
trazada en su frente la puedes ver
la marca del que sabe.
O si no, en el neón del espejo
del bar de 'My darling'
si ves al chulo que a su rubia
le dice, fumándole
de nariz, «Que nanay, nenita,
que tu padre,
y cuidao con el rímel,
que no se te empaste»,
posada en sus párpados la verás
la fuerza del que sabe.
Y si asomas, en fin, al estudio
de altos cristales
donde el cerebro de la empresa
dibuja los planes
de la ruta futura, y corre
recto el lápiz
y a derecho y a regla
los borra los árboles,
guiada verás de la pura ley
la mano del que sabe.
Todos tienen su idea: son ellos
los reyes del aire.
Y si tú ves que, cuando a todos
los cierre en la cárcel
de los versos y que la música
ya se apague,
yo me quedo a las nubes
mirando distante,
recuérdame y dime «La veo ahí
la cara del que sabe».
dinámico y grave
que en la ranura de su coche
introduce la llave,
mientras habla con un cliente
importante,
y con mano segura
agarra el volante,
verás, si te fijas, en el cristal
la cara del que sabe.
En la escuela, al salir de recreo
al patio empujándose,
si ves a uno que lo llaman
el Capacobardes
que le escupe en la oreja al tonto
de la clase
y se planta aguardando
que el otro se arranque,
helados de vidrio verás allí
los ojos del que sabe.
O si ves por la turbia ventana
de frente a su amante
a la querida que, ya seca,
se aferra al cadáver
de su amor, y a cuchillo dice
«Como escapes,
te lo juro, aquí mismo
me siego el gaznate»,
grabado verás en la blanca piel
el signo del que sabe.
En la foto del jefe de estado
que fija el instante
en que él, sentado ante un decreto
de muerte de alguien,
en penoso deber la pluma
de oro blande,
cuando firme la firma
de un trazo la trace,
trazada en su frente la puedes ver
la marca del que sabe.
O si no, en el neón del espejo
del bar de 'My darling'
si ves al chulo que a su rubia
le dice, fumándole
de nariz, «Que nanay, nenita,
que tu padre,
y cuidao con el rímel,
que no se te empaste»,
posada en sus párpados la verás
la fuerza del que sabe.
Y si asomas, en fin, al estudio
de altos cristales
donde el cerebro de la empresa
dibuja los planes
de la ruta futura, y corre
recto el lápiz
y a derecho y a regla
los borra los árboles,
guiada verás de la pura ley
la mano del que sabe.
Todos tienen su idea: son ellos
los reyes del aire.
Y si tú ves que, cuando a todos
los cierre en la cárcel
de los versos y que la música
ya se apague,
yo me quedo a las nubes
mirando distante,
recuérdame y dime «La veo ahí
la cara del que sabe».
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