Es muy quejica el candidato de la Presidente, el ínclito don David, quien, desde que fue designado por ella como candidato a la alcaldía, no ha hecho prácticamente otra cosa sino quejarse. Debe de haber intuido el truco de llamarse a agravio, hacerse la víctima, como forma de arañar votos.
Ahora se queja de que le arrancan sus carteles. ¡Los socialistas y demás agentes del Alcalde, claro! ¿Quiénes si no? Esto de la arrancadura o pintarrajeo de carteles electorales de cualquier partido —carteles, por cierto, muchas veces ilegalmente colocados en sitios como marquesinas de autobuses, muros, farolas, buzones de correos, etc.— es algo que se ha hecho —ya se sabe: "hay gente pa'tó", que dijo el otro— en todas las elecciones y con cualquier partido.
¿Cuál es entonces la novedad en esta campaña? Pues que un candidato monte el pollo porque le arrancan sus carteles y no sólo lo monta sino que insinúa o más que insinúa, si es que no lo dice con la mayor desfachatez ("sin complejos", como diría su jefa o el presidente de honor —¡!— de su partido , es decir, sin escrúpulos) o deja que lo digan sus mandatarios, que la culpa es de los adversarios, de agentes a sueldo del Alcalde debidamente organizados para ello. En fin, el ridículo —ya he dicho en más de una ocasión que este candidato nos iba a proporcionar muchos ratos de risa, risa que se le puede congelar a uno cuando piensa que puede llegar a alcalde— se une a la desfachatez.
Ahora se queja de que le arrancan sus carteles. ¡Los socialistas y demás agentes del Alcalde, claro! ¿Quiénes si no? Esto de la arrancadura o pintarrajeo de carteles electorales de cualquier partido —carteles, por cierto, muchas veces ilegalmente colocados en sitios como marquesinas de autobuses, muros, farolas, buzones de correos, etc.— es algo que se ha hecho —ya se sabe: "hay gente pa'tó", que dijo el otro— en todas las elecciones y con cualquier partido.
¿Cuál es entonces la novedad en esta campaña? Pues que un candidato monte el pollo porque le arrancan sus carteles y no sólo lo monta sino que insinúa o más que insinúa, si es que no lo dice con la mayor desfachatez ("sin complejos", como diría su jefa o el presidente de honor —¡!— de su partido , es decir, sin escrúpulos) o deja que lo digan sus mandatarios, que la culpa es de los adversarios, de agentes a sueldo del Alcalde debidamente organizados para ello. En fin, el ridículo —ya he dicho en más de una ocasión que este candidato nos iba a proporcionar muchos ratos de risa, risa que se le puede congelar a uno cuando piensa que puede llegar a alcalde— se une a la desfachatez.
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