25/10/21

Diálogo

[XIII]

Le regalo a mi nieta la novela Viaje al centro de la tierra, que desenvuelve.
  —¿Qué es? —pregunta.
  —Se llama libro.
Empieza a mirarlo de arriba abajo, de atrás hacia adelante.
  —¿Qué buscas?
  —El botón de encendido.
  —No funciona con pilas. Es manual.
  —¡¿En serio?! ¡¿Y cómo funciona, entonces?!
  —Te lo explico. Esta especie de láminas que ves —lo hojeo— se llaman hojas, y cada una de ellas está escrita por las dos caras. Cada cara es una página. El funcionamiento es muy sencillo. Consiste en ir leyendo una página tras otra, numeradas correlativamente, pasando las hojas con la mano, hasta que llegas a la última.
  —¿Y dices que esto se llama libro?
  —Si.
  —Pues es que ahora que caigo me suena haber visto en el colegio una habitación con muchos de estos, de diferentes colores y tamaños.
  —Esa "habitación" recibe el nombre de biblioteca —y para presumir hago un poco de etimología—. Biblioteca: de biblio, libro, y teca, sitio donde se guarda algo.
  —Pero… y este… libro… ¡¿lo has hecho tú?¡ ¡¿has escrito todas estas hojas?!
  —¡Ay, no, Nati, cariño! ¡Qué más quisiera yo! El nombre de la persona que escribe el libro (se llama autor), aparece aquí, en la cubierta. Éste lo escribió un tal Julio Verne, ¿ves?, que además escribió otros muchos.
  —Muchas gracias, abuelo —me da un beso.

Por supuesto, la historia que he perpetrado es inventada, sobre todo ahora que Nati tiene 13 años, y ya lo sabe TODO, o eso se cree ella. Lo que sí es real es que hace unos años le regalé esa novela, la cual leí yo cuando era muy joven, hace un cuarto de hora como quien dice, y recuerdo alguna cosa como la salida de los viajeros del interior de la tierra expulsados por el cráter del volcán Estrómboli.

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